Los cursos del Polo son más que un espacio de formación para una salida laboral. Son espacios de contención, con la posibilidad de hacer nuevas amistades, sentirse acompañadas, y hasta de pensar en que un nuevo emprendimiento vea la luz. Como modelo de atención integral, estas oportunidades son parte fundamental en el proceso que el Polo propone a las mujeres que concurren buscando asistencia.
Y eso es lo que vive a diario el grupo de alumnas que asisten al Taller de Construcción en Seco, coordinadas por la arquitecta Andrea Giménez. «La construcción históricamente fue un espacio de trabajo solamente de hombres”, por eso el taller es en sí mismo un desafío.
Las seis alumnas que se animaron a formar parte de este nuevo curso son: Gabriela Boero Manfredi, Estela Cepeda, Eugenia Langove, Viviana Viada, Paola Pereyra y Carina Sobrero.
A lo largo de seis meses el grupo fue mutando, aprendiendo, animándose a más. Incluso, a este espacio tan personal -y grupal a la vez- de interacción, lo empezaron a sentir propio y eso demandaba tener un nombre que las represente. Así, en los primeros meses, surgió el de Águila Mora, comparándose con una especie animal que es capaz de resurgir luego de algún padecimiento. Más adelante, y más fortalecidas individualmente y creciendo como equipo, tomarían el nombre con el cual hoy se identifican y que incluso ya lucen en sus vestimentas: Amo la Dora, en clara alusión a la herramienta de trabajo (amoladora) que ya forma parte de sus vidas.
En su fase de cursado, el taller transitó toda una parte teórica, quizás la más pesada, pero totalmente necesaria. Luego llegaría el turno de visitar obras en construcción, para poder palpar con manos propias lo estudiado y aprendido hasta ese momento. Para finalmente pasar al plano de la acción, y empezar a realizar sus propias construcciones.
Seguramente tienen mucho camino por delante para recorrer, camino en el que no están solas. Con nuevas metas, con nuevos sueños y con un oficio que les ayude a fortalecer su autonomía.






